
me retracto como un necio, de la vida, de los sueños,
de todo aquello que nos une, como a dos imperfectos.
Me digo a mí mismo "quiero ansiar todo lo que tengo"
pero me impido gritar por miedo a perder la voz,
siguiendo a cuestas con mis instrumentos.
Y qué dulce suena mi saxofón cuando te pienso,
cuando menciono la distancia que nos separa,
y miento, siempre miento. Siempre que no te tengo.
Me encanta susurrar ideas evadido del mundo
apartado de la cercanía de tu risa y de tus lindos cabellos
mientras las pausas y el viento me traen tu olor.
Porque los kilómetros recorridos no son más que
derrotas camufladas con la noche, bajo la niebla
y el frío hiriente que no cesa, tras tus besos.
Miedo. A veces. Sólo cuando me marcho o si te vas,
pero nunca cenando o sentados en el cine
de cualquier ciudad que nos arropa la existencia.
Aún así, admito que el echarte de menos, los "te quieros",
y todas esas frases hechas se quean cortas para asemejar
un sentimiento mío que puedas recibir con mi pseudónimo.
Gracias.