Qué sentido tiene...

Qué sentido tiene pensar en la muerte,

si aún estoy vivo.

Qué sentido tiene torturarse hasta el delirio,

si absolutamente nadie se dolerá por mí.


Qué sentido tiene tan siquiera respirar

cuando el aire está contaminado o

qué sentido tiene intentar cambiar algo

que inevitablemente es imposible.


Qué sentido tiene escuchar música

sin sentir apenas lo que ésta te transmite.

O sinceramente, qué sentido tiene

forzarse a amar cuando te encuentras vacío.


Qué sentido tiene admitir vagamente

que somos bondadosos, si las guerras,

sociales y sangrientas acaban con la paz y

algo quizás menos idílico: la democracia.


Porque, qué sentido tiene creer que

vivimos en libertad cuando la desfachatez,

la sinrazón y el olvido han colmado nuestras calles

bajo la cínica mirada del estamento privilegiado.


Porque, a fin de cuentas,

qué sentido tiene hablar de evolución,

cuando llevar a cabo una globalización es imposible,

y no es factible la igualdad entre todos.


Y así, en resumidas palabras,

no es lógico afirmar que todos queremos un mundo mejor

si ni tan siquiera hemos meditado

dónde va a parar nuestro esfuerzo.


Porque el esfuerzo, siempre bajo sudor y lágrimas,

no tiene por qué ser directamente proporcional

al mérito de conseguir con mucha suerte,

reestructurar nuestro maravilloso SISTEMA.