A la no autosuficiencia...

Ansiaba ser autosuficiente. De hecho, anhelaba día y noche esa sensación que uno tiene cuando no depende de nadie, pero por cuestiones ajenas a mí, como si el tiempo corroborase lo que el destino propone, la autosuficiencia no ha sido más que una efímera sensación que nuestra mente construye para hacernos creer que ninguna persona puede dominar nuestros impulsos. Somos fuertes, pero también débiles y según tengo entendido, el amor perjudica seriamente la salud y por suerte o desgracia, por encima de todo lo que nuestras apetencias incitan, sólo están nuestros sentimientos.

No se pueden contradecir, nublan nuestros impulsos, acaban con nuestra cotidiana prisa y las metas tornan a meras estaciones de servicio que sólo sirven para repostar el recipiente de alegría que posee sobre sí la felicidad.

Yo, inconscientemente hace ya dos días que me entregué por voluntad propia a mis sentimientos, a dejar de luchar contra mis impulsos o simplemente, a dejar que todo fluya por corrientes poco pantanosas hasta el momento, pero que se han anegado gracias al vendaval de ilusiones que tú, mi compañera en una noche de amor desesperada, has creado en mí.

Pálpitos, murmullos en mi mente, desesperación, júbilo, y todas esas contradictorias sensaciones, se entremezclan sobre mis metas, sobre mis planes de futuro y sobre mis ansias de autosuficiencia. Tú has reventado esa muralla infranqueable que yo mismo construí para que nadie pudiera sobrepasar esta coraza que hoy día pesa más que nunca, por eso, irremediablemente, decidí quitármela.

Mi intuición me dice que pronto deba ponérmela.